06 julio 2010

BARÓN ULLMANN Robusto

Nos reunimos en esta ocasión en torno a los fogones de “El Restaurante de Fortuny”, un elegante establecimiento con fabuloso servicio y calurosa acogida al comensal, de esas que te hacen sentir alguien realmente importante, sobre todo cuando te ubican en la mejor mesa del local, redonda, amplia y en una esquina apacible desde donde se contempla toda la sala.

Me acompañan, de derecha a izquierda, mi amigo Adolfo Otaola, gerente de la empresa De los Reyes Cigars S.L., importadora de cigarros del prestigio de Augusto Reyes, Casa Magna y Kristoff, los estanqueros anfitriones -por aquello de estar en sus dominios y por la excelente selección del local- Tomás Gómez y Carlos Javier Gaitán, de la Cava de Miguel Ángel y por último, mi querida compañera Jennifer Gómez, de la compañía Sikar S.L., empresa que comercializa las marcas antes mencionadas, distribuidas en el mercado español por Comet S.A.

El menú que disfrutamos fue francamente sabroso, compuesto por un carpaccio de buey con queso parmesano, fideua, hamburguesa al estilo Fortuny, todo ello regado por la apuesta segura que supone el Ribera del Duero Matarromera Crianza 2007 aconsejado por Adolfo, y para finalizar un cremoso postre de tiramisú realmente formidable.

Durante el almuerzo la conversación transcurrió acerca del cliché que todavía existe en nuestro país al hablar de “puros cubanos” y “otras procedencias”, como si estas últimas tuvieran una dignidad inferior. Les explicaba yo a los comensales que en mi blog se enumeran las distintas procedencias de los cigarros con la misma importancia, independientemente de que en España sean los puros cubanos los más vendidos. Desde el comienzo pretendí contribuir a un concepto, a una filosofía de trato entre procedencias. Igual que si entro en una tienda especializada en licores no veo que ponga “vinos de Rioja” y “resto de Denominaciones de Origen”, sino que la tienda estará dividida por estantes y en cada uno habrá un reclamo que indique “Rioja”, “Ribera del Duero”, “Toro”, “Vinos de Madrid”, “Somontano” y un largo etcétera, aunque la D.O. más conocida y más vendida sea la riojana. Hace apenas quince años sería impensable que en una comida de negocios o de amigos alguien osara encargar al sommelier un caldo de Ribera del Duero y menos todavía uno de Madrid o de Jumilla o de Cariñena. En cambio, y gracias a Dios, hoy en día los aficionados a los buenos espirituosos son cada vez más, más entendidos y más capaces de descubrir las bondades de un vino de estas denominaciones de origen menos populares que, a veces, pueden ser incluso superiores a las de otro caldo mediocre de la D.O. más vendida. Algo similar ocurre con los cigarros puros, con los güiskys o con los rones.

Adolfo lanzaba una pregunta interesante al aire: “¿Dónde están hoy en día los grandes tabaqueros que salieron de Cuba cuando Fidel Castro llegó al poder y quiso nacionalizar la industria tabaquera?” Pues emigraron fundamentalmente a República Dominicana, Nicaragua y Honduras, donde comenzaron a trabajar con su sabiduría y experiencia durante muchos años, hasta conseguir un tabaco de calidad capaz de satisfacer sus propios gustos y los de los consumidores más exigentes. Que los cigarros más vendidos en España son los habanos nadie lo pone en duda, que degustar un buen cigarro habano es una delicia tampoco se niega, pero que cada vez más los consumidores están abiertos a probar otros cigarros de procedencias como las antes mencionadas, y que las opiniones de los fumadores de puros están mejorando mucho acerca de estos cigarros es otra realidad incontestable. Y se merecen, muchos de los fabricantes dominicanos, nicaragüenses y hondureños, el reconocimiento internacional que están teniendo, por su dedicación a la hora de crear sus ligas, sus cuidados controles de calidad, sus denodados intentos por mantener los mismos sabores y aromas a pesar de las distintas cosechas y por el ímprobo esfuerzo comercial que están llevando a cabo para poner sus productos en la cima de la más alta calidad.

En esta ocasión vamos a catar un cigarro que pronto va a estar disponible a la venta en nuestro país y que vendrá de la mano de nuestro importador invitado, Adolfo Otaola. Lleva el nombre de una personalidad conocida y muy importante de Alemania, no en vano es la tercera fortuna más importante del país, el Barón Ullmann, asociado para la creación de esta marca con el español Francisco Suárez. Estén atentos, porque en unos meses podrán ver la marca en las mejores cavas de nuestro territorio.

La apariencia por fuera es muy cuidada y elegante, señorial, como no podía ser de otro modo. El cigarro viene encelofanado, con otra anilla en el pie del cigarro para evitar que la fina capa pueda fracturarse. Tomás se interesa por su bouquet, que le evoca a cuadra, y Adolfo, con su gracejo malagueño, le replica que “de ser a cuadra, ésta sería muy limpia”. La capa, colorado claro, con finas venas, algo granulada y no especialmente sedosa, revela un perfecto torcido y acabado, al tacto perfecto, ni duro ni blando.

Recién encendido las primeras sensaciones son suaves, comenta Carlos, y afablemente florales. En el primer tercio destacan las mismas notas florales y herbáceas del inicio, algo amargas, como licor de amaretto suave, pero nunca desagradables.

Durante un rato estuvimos departiendo acerca de los tipos de semilla de que estaba compuesto el cigarro y conveníamos todos que a pesar de llevar capa de Camerún corojo, no existe agresividad ni provoca sequedad de boca, como en algunos cigarros suele ocurrir. El capote es olor dominicano y en la panza se distribuyen con maestría ligero cubano, ligero olor, ligero criollo 98, ligero de Nicaragua y seco de Nicaragua. El sabor es redondo, suave -a pesar de tanto ligero- pero con un retrogusto nasal francamente pujante. La ceniza, gris claro, es de una consistencia soberbia, que en casi todos nuestros cigarros se manifestó hasta la mitad de la fumada. El tiraje perfecto y la pirólisis idem, sin que nos obligara a corregir las brasas en ningún momento.

El segundo tercio magnifica los aromas de esa almendra amarga de la que hablábamos antes, siendo “ahora mucho más evidente“, comenta Tomás. Y el tercer tercio eleva la fortaleza a grado medio con excelente equilibrio y balance de sabores.

En definitiva, una valoración de 8 puntos para un cigarro muy cómodo de fumar, con una notable evolución de principio a fin, suave, con notas florales y amargas persistentes a lo largo de la hora y poco que necesita para consumirse (aspecto tremendamente subjetivo, porque habrá quien no necesite más de tres cuartos). Adolfo, gracias por la primicia.

Ya se lo adelanto: si quieren probarlo, acudan a la hermosa Cava de Miguel Ángel, en la madrileña calle que lleva su nombre, en el número 20. Será, seguro, una de las pioneras en recibir a este noble Barón… Ulmann.

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