19 agosto 2010

MACANUDO 1968 Robusto

Queridos amigos: ¡Ya están aquí! Las ansiadas, necesarias -y creo que en mi caso merecidas- vacaciones han llegado. Después de disfrutar de unos días de placentero descanso en la casa de campo de mis queridos suegros en un pueblo de la ribera del río Órbigo, en la provincia de León, mi familia y yo nos hemos desplazado a la localidad alicantina de Denia, para pasar unos días en el chalet propiedad de un tío de mi mujer, en las faldas del monte Montgó. Aquí se respira tranquilidad, sosiego y un aire puro que, gracias al microclima de este enclave, hace sin duda mucho más llevaderos los calores típicos de la costa levantina española.

Durante sucesivas entregas os iré dando cuenta de los grandes cigarros que estoy disfrutando en estos días que, por cierto, sin duda, son los más propicios, ya que no estamos sometidos ni mucho menos a las apreturas de horarios y obligaciones que tenemos durante el resto del año. Aún así, muchas de las grandes marcas que estoy catando no se distribuyen aún en España, por lo que reservaré dichas reseñas para el momento en que desembarquen en nuestra querida piel de toro.

Me gustaría en esta ocasión compartir con vosotros un cigarro del que ya he disfrutado en bastantes ocasiones y del cual tenía pendiente este comentario. Se trata de la marca dominicana Macanudo, serie 1968 en su vitola Robusto. Dicha línea de cigarros hace referencia al año en el que la actual empresa propietaria de la marca, General Cigar, adquiere la fábrica productora de los Macanudo, la Temple Hall jamaicana. Esta marca es una de las más vendidas en Estados Unidos, y su línea clásica se caracteriza por ser excepcionalmente suave. Por esta razón, y para recalcar que la liga 1968 es ciertamente novedosa, la compañía ha diseñado una campaña de marketing gráfica con una foto del cigarro que nos ocupa lanzando al aire unas atractivas volutas de humo y un texto que reza: “Macanudo 1968: rich, dark and unexpected”, lo que podría traducirse por: “rico, oscuro-profundo e inesperado”. Descubrámoslo.

Los tabacos que componen la tripa de este cigarro, envejecidos en barricas de roble con carbón, proceden de la propia República Dominicana, donde está fabricado, de Nicaragua y de la isla volcánica de Ometepe, perteneciente al mismo país anterior, donde se cultiva un tabaco en exclusiva para General Cigar. El capote es Connecticut Habano y la capa Honduras San Agustín tipo Havana, una envoltura de sol francamente atractiva, aceitosa, atravesada por finas venas, que parece, a juicio de su color y textura, estuviera bañada en una taza de chocolate Valor. La anilla es distinguida, en tonos negros y dorados, el aroma pre-encendido herbáceo y dulzón, el tiro será inmejorable durante la fumada y la fortaleza debería establecerla en media, aunque mi querido cuñado Alfredo -que fumó este mismo cigarro a diez kilómetros de distancia, ya que no fue posible reunirnos para la ocasión- opina que es demasiado “full”.

La primera fase está dominada por un complejo sabor dulce contrastado por notas de madera. Hace aparición el elegante, lento y equilibrado recuerdo a regaliz negro, con un regusto potente, en ciertos momentos achocolatado. El segundo tercio lo continúa protagonizando el regaliz, si bien ahora aparece como artista invitado el cacao. En estos momentos la combustión se estropea en cierta medida, aunque se deja arreglar, no sin ayuda del mechero. Observo ahora una estampa que coincide con la imagen de la publicidad: en la pequeña urbanización donde me encuentro, sin apenas contaminación luminosa, es fácil observar un cielo negro como el de esta noche, que como si de un telón de fondo se tratase con el cigarro en primer plano, permite distinguir un contraste de color con el homo blanco-azulado ciertamente mágico.

Casi finalizanda esta segunda fase aparecen sutiles notas especiadas, el dulzor va decreciendo y gana peso el cedro, aunque a ráfagas continúan dejando sus rastros los sabores achocolatados del comienzo. En mi opinión el cigarro evoluciona con equilibrio y los sabores, profundos y complejos, llenan la boca de gran cantidad de agradable y denso humo. El tercer tercio mezcla con éxito y sin agresividad todos y cada uno de los sabores detectados desde que prendí en cigarro: chocolate, cedro, regaliz y especias. Tengo que confesaros que disfruté plenamente este final, tanto que casi se me olvida que las brasa también pueden quemar… los dedos. Un 8.

Con estas premisas, subjetivas por cierto, ya que se trata de mis sensaciones y gustos, me atreveré a emitir un veredicto acerca de la publicidad de la que antes os hablé:
“¿Rich?”: sí, es rico, sabroso y agradable.
“¿Dark?”: objetivamente sí por la capa y subjetivamente me pareció encontrar gustos complejos y bien desarrollados.
“¿Unexpected?”: ciertamente que sí, es totalmente distinto a cualquier otro Macanudo.

No sé muy bien la razón, y quizá me gustaría encontrarla en la diferencia de gustos idiosincrásicos entre EE.UU. y Europa, o quizá en que la gama de marcas y referencias es infinitamente mayor en aquel gran país como para encontrar fácilmente mejores cigarros que el Macanudo 1968, pero lo cierto es que los blogs estadounidenses similares a este no hablan tan bien como hoy lo he intentado hacer yo acerca de este cigarro.

Una cosa más: os sugiero que probéis la vitola Gigante de esta misma marca y serie, una vitola cañonazo (o algo mayor incluso) que el día que la probé, en una cata invitado por mis amigos Pedro Pablo Gamero, gran estanquero toledano, y Pedro Rosado, delegado comercial de esta marca en Zona Centro de España, en el Restaurante El Albero de Toledo, tras unas alcachofas de la tierra con jamón, unas tapa de habitas, judías con jabalí y una carrillada de ternera, me resultó francamente agradable.

Hasta la próxima entrega amigos. Seguid disfrutando de las vacaciones.

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