Como al despertar habremos de madrugar, me inclino a elegir hoy un cigarro breve, o por lo menos, algo más de lo que han sido los anteriores. El tamaño suficiente para escuchar la citada canción del rey del género crooner con una sonrisa nostálgica en el rostro producto del disfrute y del recuerdo antes de que se me dibuje en el semblante una gris mueca causada por la tristeza de la despedida. El cigarro es un petit robusto de La Aurora, vitola Rothschild. Esta marca es una de las más importantes, de hecho la más antigua, de la República Dominicana, fabricada en Santiago de los Caballeros, e integrante de León Jimenes (ver cata León Jimenes Robusto) uno de los grupos empresariales más importantes del país.
La tonalidad de la capa es carmelita, los aromas en frío aluden a cedro y la factura del puro es evidentemente buena, sin nada reprochable. Acompaño la despedida con un ron que no se prodiga demasiado por las tiendas españolas, un aguardiente que, aunque con puntuaciones no muy altas -incluida la de David Broome en su libro “Ron”- está presente en gran parte de las guías internacionales. La marca es Captain Morgan en la variedad de Spiced Gold (Puerto Rico, aunque la marca es jamaicana), un ron suave de color pajizo, con un aroma rotundo a vainilla. Es cierto que no es un Zacapa ni un Flor de Caña, pero por su relación calidad-precio creo que es un licor muy respetable para disfrutar solo o en las rocas.
Al darle mecha a este corto cigarro, que calificaré con un 7, siempre me siento confortado. Es breve y ligero, pero a la vez sabroso y vivaz, un valor seguro para cuando tres cuartos de hora son tu máximo tesoro. En los comienzos es alegre, floral y a la vez algo leñoso, de cuerpo suave pero con un aroma decidido y sincero. El tiro es impecable, aunque huelga decir que en una vitola así no tiene gran mérito; la combustión pareja y sin problemas y las cenizas casi tan blancas como la luna de esta noche.
Hacia la mitad del cigarro la pujanza en retrogusto se acrecienta y el sabor se torna afrutado, aunque decae ligeramente, como si se entristeciera conmigo, como si quisiera maridar con mi nostalgia. Concluye herbáceo y amaderado, con un amargor propio del día compensado por el aroma dulce a vainilla del ron del viejo bucanero (que llegó a ser Gobernador de Jamaica) endulzando mis sentidos encontrados, de morriña por irme y de orgullo por haber estado aquí.
Desde esta noche añoro la aurora del día en que vuelva a despertar en Ribadesella. Y a vivirla. Y a sentirla. Entonces prenderé otro Rothschild de La Aurora. El de la acogida. El del por fin.