24 julio 2010

CASA MAGNA Churchill

Queridos amigos lectores: es justo y necesario -como dice la plegaria cristiana para dar gracias a Dios- incluir este soberbio cigarro en nuestro violario "bloggero" y debería serlo también, a mi juicio, introducirlo de manera habitual en nuestro humidor personal. Es justo porque una obra maestra no se merece menos y necesario porque todos los que nos preciamos de disfrutar con el buen humo deberíamos deleitarnos a menudo con los grandes cigarros que nos lo regalan.

La primera vez que disfruté de esta maravilla aún no era posible encontrarla en España y, si lo pude hacer, fue por la gentileza de mi amigo Manolo Quesada, gran persona, caballero de los pies a la cabeza, fabricante de algunas de las mejores marcas Premium de cigarros dominicanos y propietario de la marca nicaragüense Casa Magna, que me invitó a degustarlo al finalizar una memorable y amistosa comida con él y con su esposa, durante su estancia en España el pasado mes de abril. La impresión entonces fue soberbia, pero dado el elevado nivel de interesante conversación que me brindó tan querida pareja, como es lógico, no tomé ni una sola nota de cata. Aunque tan sólo el recuerdo es el sello de calidad de un buen puro, tengo con vosotros un compromiso que me exige re-catar el cigarro para compartir con vosotros todos los detalles de mis sensaciones.

Y en esta segunda ocasión, me acompaña otro gran amigo, de esos que son casi familia, Rodrigo Camps, “Roti” para mi familia. Mientras visitaba la cocina para preparar las rocas y seleccionar el ron (esto lo tenía claro, pues ambos estamos abonados al jugo de la caña de azúcar) le dejé a “Roti” con una selección de cigarros que había preparado para ese día. “Hoy escoge tú” le propuse. A mi regreso me lo encontré absorto contemplando la bella factura de nuestro magno churchill, encandilado por su bronceada capa de sol, lustrosa y grasienta como pocas, perdido en el perfecto dibujo espiral de sus finas venas y deslumbrado por su egregia anilla . “Este, fumamos este” me dijo. Sabia elección.

El aroma que desprende previo a encender es dulce y nos recuerda a algo de pastelería, como al bizcocho de chocolate de mi suegra recién sacado del horno. Las primeras aspiraciones -ciertamente majestuosas- exhalan sabores azucarados parecidos al chocolate con leche, mezclados con sabores a fruta madura y, en algunos momentos incluso a pasas. Mi amigo hace referencia ahora al gran equilibrio que posee el cigarro, sin ninguna arista de agresividad, con un balance y una nobleza de éxtasis sensorial.

El segundo tramo se merece la estatuilla del “Oscar tabaquero” a la evolución y al sabor, al equilibrio y a la armonía de aromas. Continúa el rastro dulzón dejado por el anterior tercio, pero salpicado ahora por matices de madera y tierra consecuencia del añejado de la tripa del tabaco (tabaco es como se refieren en Centroamérica a un cigarro). La quema es impecable, la ceniza nívea y brillante, espesa y de gran consistencia y la fortaleza se acerca ahora a un cuerpo pleno.

Al final de este tramo hacen su aparición ciertas trazas amargas y especiadas, incluso algo picantes, pero sin abandonar ese sabor tan especial a frappuchino de Starbucks (café con crema de caramelo, batido con hielo y nata... una debilidad personal).

El tercer tercio se caracteriza por un sabor totalmente cafetero, en este caso con leche, que mezclado con el dulce del caramelo presente en toda la fumada nos aporta un inconfundible gusto a tofee. Final largo, inmenso, propio de un cigarro de escándalo.

Prácticamente recién llegado a España, a un precio de 5,95€ que bien merecería casi el doble, a mi juicio uno de los mejores churchills que podemos encontrar en el mercado español. Otro 10. Gracias Manolo (Quesada), gracias Néstor (Plasencia) por vuestra creación.

Con esta cata culmino el repaso a la gama de referencias disponibles en España de la marca Casa Magna serie Colorado (omito la del Torito por ser muy similar al Robusto). Cada una de ellas excelentes, idóneas para un determinado momento. El pequeño Pikitos, ideal para el aperitivo, con un buen vermú de grifo (o Martini rojo, no vamos a ser tan románticos). El gran Robusto para después de comer, con un buen ron añejo, quizá el Flor de Caña 18 años con el que hemos acompañado “Roti” y yo esta última fumada. Y el soberbio Churchill para después de cenar, regado con una copa de un buen coñac francés o un brandy español como el Luís Felipe con el que lo combinamos Manolo y yo en aquel inolvidable almuerzo. Y si es al aire libre, con un cielo estrellado como el que contemplo desde la bendita portalina de la casa de campo de mis suegros a la ribera del río Órbigo en León, un firmamento que da vértigo, que hasta la Vía Láctea deja ver, mejor será. Disfrutad.

06 julio 2010

BARÓN ULLMANN Robusto

Nos reunimos en esta ocasión en torno a los fogones de “El Restaurante de Fortuny”, un elegante establecimiento con fabuloso servicio y calurosa acogida al comensal, de esas que te hacen sentir alguien realmente importante, sobre todo cuando te ubican en la mejor mesa del local, redonda, amplia y en una esquina apacible desde donde se contempla toda la sala.

Me acompañan, de derecha a izquierda, mi amigo Adolfo Otaola, gerente de la empresa De los Reyes Cigars S.L., importadora de cigarros del prestigio de Augusto Reyes, Casa Magna y Kristoff, los estanqueros anfitriones -por aquello de estar en sus dominios y por la excelente selección del local- Tomás Gómez y Carlos Javier Gaitán, de la Cava de Miguel Ángel y por último, mi querida compañera Jennifer Gómez, de la compañía Sikar S.L., empresa que comercializa las marcas antes mencionadas, distribuidas en el mercado español por Comet S.A.

El menú que disfrutamos fue francamente sabroso, compuesto por un carpaccio de buey con queso parmesano, fideua, hamburguesa al estilo Fortuny, todo ello regado por la apuesta segura que supone el Ribera del Duero Matarromera Crianza 2007 aconsejado por Adolfo, y para finalizar un cremoso postre de tiramisú realmente formidable.

Durante el almuerzo la conversación transcurrió acerca del cliché que todavía existe en nuestro país al hablar de “puros cubanos” y “otras procedencias”, como si estas últimas tuvieran una dignidad inferior. Les explicaba yo a los comensales que en mi blog se enumeran las distintas procedencias de los cigarros con la misma importancia, independientemente de que en España sean los puros cubanos los más vendidos. Desde el comienzo pretendí contribuir a un concepto, a una filosofía de trato entre procedencias. Igual que si entro en una tienda especializada en licores no veo que ponga “vinos de Rioja” y “resto de Denominaciones de Origen”, sino que la tienda estará dividida por estantes y en cada uno habrá un reclamo que indique “Rioja”, “Ribera del Duero”, “Toro”, “Vinos de Madrid”, “Somontano” y un largo etcétera, aunque la D.O. más conocida y más vendida sea la riojana. Hace apenas quince años sería impensable que en una comida de negocios o de amigos alguien osara encargar al sommelier un caldo de Ribera del Duero y menos todavía uno de Madrid o de Jumilla o de Cariñena. En cambio, y gracias a Dios, hoy en día los aficionados a los buenos espirituosos son cada vez más, más entendidos y más capaces de descubrir las bondades de un vino de estas denominaciones de origen menos populares que, a veces, pueden ser incluso superiores a las de otro caldo mediocre de la D.O. más vendida. Algo similar ocurre con los cigarros puros, con los güiskys o con los rones.

Adolfo lanzaba una pregunta interesante al aire: “¿Dónde están hoy en día los grandes tabaqueros que salieron de Cuba cuando Fidel Castro llegó al poder y quiso nacionalizar la industria tabaquera?” Pues emigraron fundamentalmente a República Dominicana, Nicaragua y Honduras, donde comenzaron a trabajar con su sabiduría y experiencia durante muchos años, hasta conseguir un tabaco de calidad capaz de satisfacer sus propios gustos y los de los consumidores más exigentes. Que los cigarros más vendidos en España son los habanos nadie lo pone en duda, que degustar un buen cigarro habano es una delicia tampoco se niega, pero que cada vez más los consumidores están abiertos a probar otros cigarros de procedencias como las antes mencionadas, y que las opiniones de los fumadores de puros están mejorando mucho acerca de estos cigarros es otra realidad incontestable. Y se merecen, muchos de los fabricantes dominicanos, nicaragüenses y hondureños, el reconocimiento internacional que están teniendo, por su dedicación a la hora de crear sus ligas, sus cuidados controles de calidad, sus denodados intentos por mantener los mismos sabores y aromas a pesar de las distintas cosechas y por el ímprobo esfuerzo comercial que están llevando a cabo para poner sus productos en la cima de la más alta calidad.

En esta ocasión vamos a catar un cigarro que pronto va a estar disponible a la venta en nuestro país y que vendrá de la mano de nuestro importador invitado, Adolfo Otaola. Lleva el nombre de una personalidad conocida y muy importante de Alemania, no en vano es la tercera fortuna más importante del país, el Barón Ullmann, asociado para la creación de esta marca con el español Francisco Suárez. Estén atentos, porque en unos meses podrán ver la marca en las mejores cavas de nuestro territorio.

La apariencia por fuera es muy cuidada y elegante, señorial, como no podía ser de otro modo. El cigarro viene encelofanado, con otra anilla en el pie del cigarro para evitar que la fina capa pueda fracturarse. Tomás se interesa por su bouquet, que le evoca a cuadra, y Adolfo, con su gracejo malagueño, le replica que “de ser a cuadra, ésta sería muy limpia”. La capa, colorado claro, con finas venas, algo granulada y no especialmente sedosa, revela un perfecto torcido y acabado, al tacto perfecto, ni duro ni blando.

Recién encendido las primeras sensaciones son suaves, comenta Carlos, y afablemente florales. En el primer tercio destacan las mismas notas florales y herbáceas del inicio, algo amargas, como licor de amaretto suave, pero nunca desagradables.

Durante un rato estuvimos departiendo acerca de los tipos de semilla de que estaba compuesto el cigarro y conveníamos todos que a pesar de llevar capa de Camerún corojo, no existe agresividad ni provoca sequedad de boca, como en algunos cigarros suele ocurrir. El capote es olor dominicano y en la panza se distribuyen con maestría ligero cubano, ligero olor, ligero criollo 98, ligero de Nicaragua y seco de Nicaragua. El sabor es redondo, suave -a pesar de tanto ligero- pero con un retrogusto nasal francamente pujante. La ceniza, gris claro, es de una consistencia soberbia, que en casi todos nuestros cigarros se manifestó hasta la mitad de la fumada. El tiraje perfecto y la pirólisis idem, sin que nos obligara a corregir las brasas en ningún momento.

El segundo tercio magnifica los aromas de esa almendra amarga de la que hablábamos antes, siendo “ahora mucho más evidente“, comenta Tomás. Y el tercer tercio eleva la fortaleza a grado medio con excelente equilibrio y balance de sabores.

En definitiva, una valoración de 8 puntos para un cigarro muy cómodo de fumar, con una notable evolución de principio a fin, suave, con notas florales y amargas persistentes a lo largo de la hora y poco que necesita para consumirse (aspecto tremendamente subjetivo, porque habrá quien no necesite más de tres cuartos). Adolfo, gracias por la primicia.

Ya se lo adelanto: si quieren probarlo, acudan a la hermosa Cava de Miguel Ángel, en la madrileña calle que lleva su nombre, en el número 20. Será, seguro, una de las pioneras en recibir a este noble Barón… Ulmann.