Lo primero que nos sorprende al entrar en el local son sus generosísimas dimensiones, con un amplio mostrador para venta de cigarrillos, tabaco de liar y de pipa, y otra zona bien surtida de productos de regalo y accesorios como mecheros, humidores, cortapuros, pureras, etc. Y por descontado, la espectacular cava de puros, en forma de L, exquisitamente decorada y perfectamente ordenada por procedencias de los cigarros. Un rasgo distintivo que posee esta cava, por influjo -huelga decirlo- de su propietario, es su excelso surtido de vitolas y referencias francamente difíciles de encontrar en el mercado. Y ahora mismo, según estoy escribiendo, esbozo una complaciente sonrisa, ya que una de las preguntas que le hago siempre a Jesús cuando vengo a visitarle es: “¿Qué rarezas nuevas tienes hoy?”. Su pasión por el mundo y la cultura del cigarro puro le hace estar en busca de referencias que no llegan habitualmente a España, para ofrecer algo realmente distinto a sus clientes. Me atrevo a decir, además, que una de sus aficiones favoritas es “añejar cigarros”. Si usted añora algún ejemplar que fumó hace algunos años de tal marca y vitola ciertamente inolvidables, o simplemente le gustan los cigarros añejos, dese un paseo por la Cava de Boadilla y pregunte por el maestro Jesús. Le aseguro que pasará un rato extraordinario con un estanquero que, aunque en su humildad nunca se jacta de sus conocimientos, es un gran sabedor y conocedor del mundo del cigarro. Fíense de él.
Después de urdir el plan en su despacho y elegir el arma del deleite, nos apresuramos -con el fin de que no se nos echara el tiempo encima, ya que deseábamos disfrutar de la cata sin prisas- a almorzar en una restaurante cercano a la tienda. Allí disfrutamos de unas frescas ensaladas de bonito con cogollos y pimientos, unas ricas albóndigas al estilo casero con corona de patatas paja y de postre, sendas tartas de queso. Digno de destacar es el caldo que acertadamente seleccionó mi querido amigo para la ocasión: un tinto de autor de La Mancha (Valdepeñas), de variedad tempranillo, “Mano a mano”. Así es el nombre de este espectacular vino de autor, que define también el cómo, ya que entre los dos apuramos hasta la última gota del mismo.
Y sin más dilación nos aposentamos en los sillones de la fresquita bodega que el estanco posee en el piso de abajo, seleccionamos y nos servimos en copa de balón el archipremiado ron Zacapa 23 años de la colección personal de Jesús y … nos quedamos ensimismados observando la bella factura del cigarro que teníamos entre las manos. El mismísimo H. Upmann Magnum 50 Edición Limitada 2005, un mítico cigarro que se ganó en su día el respeto y la admiración de todo el mercado tabaquero, tanto español como internacional, y que hoy en día sigue siendo uno de los más buscados por los grandes conocedores de este palpitante mundo del cigarro.
Aquí lo tenemos de nuevo, con cinco añitos de añejamiento extra en su propia caja. Lo primero que despunta en él es su soberbia capa maduro oscuro, mucho más que cuando era joven, debido a su envejecimiento. Su brillo, su aceitoso tacto, suave y aterciopelado, hacen que sea francamente excepcional. Al tacto cede lo suficiente para demostrar su perfecto estado de humectación pero se presenta lo necesariamente recio para asegurar un buen tiro y un buen relleno de su tripa. Él segundo aspecto que nos enloquece es su dulce bouquet a caramelo y madera al fondo de nariz, algo realmente fascinante, un olor en frío de los más embriagadores que he tenido la oportunidad de percibir en un cigarro.
Inflamamos esta delicia con cerillas extra-largas especiales para puros, procedimiento de encendido al que no soy muy dado y, para qué ocultarlo, al que tengo cierta manía. Pero un ejemplar como el que teníamos entre manos ya se merecía un ceremonial de prendido de libro, según dicen las enciclopedias que ha de hacerse. Y a continuación la tercera razón de nuestra locura. Fue… increíble. Delicioso. Grandioso. Y debería seguir este ritmo de calificativos un buen rato hasta poder describir las espectaculares sensaciones que nos invadían. Las primeras bocanadas fueron de tal sabor pero de una delicadeza tal, de tal poderío y a la vez tal finura provocada por su añejamiento, de un dulzor tabaquero tan sublime, que puedo afirmar sin temor a equivocarme que este fue uno de los encendidos más ricos que he efectuado en mis catas.
Mención también especial merece el consagrado ron Zacapa 23, varias veces galardonado con el premio al mejor ron del mundo. Situémonos: 1 de marzo. Duty free del aeropuerto de Santo Domingo, de regreso ya de nuestro inolvidable viaje de visita a la fábrica de puros La Aurora. Mi querida compañera Nuria, gran entendida en rones me aconseja encarecidamente que compre una botella. Una de mis grandes adquisiciones. Y Carlos sabe que es así: un ron soberbio, color naranja oscuro, de lágrima densa, dulce y meloso en boca, nada alcohólico -tantos años de añejamiento han sido suficientes para que la sensación de alcohol quede reducida al mínimo-, con una persistencia en boca muy parecida a la de un buen Pedro Ximenes (no en vano el Zacapa añeja en barricas que antes contuvieron este otro licor). Gracias Nuri por tu insistencia.
En cuanto al tiro debemos decir que es justo, no falta pero tampoco sobra, precisamente del agrado de Jesús : “Me gustan los puros de los que tengas que estar pendiente, no extremadamente facilones”. El primer tercio sigue la senda que marcó con sus primeras volutas: enormemente aromático, muy matizado, azucarado, dejando en boca un sabor edulcorado y amaderado. El segundo tercio es digno de un premio que podría llevar por título “la exaltación de la evolución”: fortaleza media sin punta de agresividad, balance niquelado, sabores compensados a más no poder, redondez trazada con compás profesional... Regaliz, aparece el dulce sabor a regaliz suave, muy similar al espectacular Hoyo de Monterrey Edición Limitada 2004 del que también publiqué cata. Por cierto, Tomas, resérvame los tres ejemplares que te quedan, que este verano cae uno y otro colaborará a engrandecer mi museo de incunables.
Y al llegar el tercer tercio… la apoteosis: el cigarro frena en fortaleza pero puja en sabor, no se torna agresivo como muchos, es sumamente compensado, producto de su veterana edad. “Tiene lo excelente del habano pero no lo peor”, en palabras de Jesús. Aparecen ahora unos suculentos matices terrosos que combinados con nuevas puntas dulces, como a pasas, nos regalan un final interminable, en el que hacen su aparición notas de café y moka. No aburre, no cansa, que no se termine por favor… Pero terminó.
Te mereces un magno 10, Magnum 50. Un pedazo de cielo aquí en la tierra. Tierra bendita la que te cultivó, y una estatua para quien te añejó hasta que te conocí. Gracias Jesús.
Te mereces un magno 10, Magnum 50. Un pedazo de cielo aquí en la tierra. Tierra bendita la que te cultivó, y una estatua para quien te añejó hasta que te conocí. Gracias Jesús.
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