El rey Luis I de Baviera, llamado Kaiser Ludwig,
celebró su boda con la princesa Teresa de Baviera en el marco de una carrera de
caballos, el 12 de octubre de 1810. La bebida "oficial" del evento
fue, como no podía ser de otro modo, la cerveza. Y se bebieron ingentes litros
de la misma. Tan memorable fue aquel suceso que la fiesta se repitió cada año,
bautizándola como "la fiesta de octubre de la cerveza", que se
celebra a comienzos de otoño, en el mes de octubre, de ahí su nombre
Oktoberfest, en algunas zonas de Alemania, como Münich. Aunque luego existen
otros nombres de similares fiestas en otras zonas del país germano.
A los jóvenes de la Q-5 de Quesada se les ocurrió
en el año 2011, sacar una serie limitada para conmemorar esta fiesta, muy
celebrada en EEUU, el principal mercado de las grandes familias tabaqueras de
Centroamérica. Había un problema: por lo general los puros no ganan al
acompañarlos con cerveza. Y en este caso huelga decir que... ¡era
imprescindible! La creatividad de estos jóvenes tabaqueros -Raquel y Patricia,
Esther, Hostos y Terence-, amaestrados por el gran Manuel Quesada, se puso en
marcha de nuevo hasta dar con esta liga, que marida a la perfección con las
cervezas alemanas de trigo, con cuerpo y algo dulzonas.
En EEUU, igual
que en Alemania, hay mucha tradición cervecera y está edición de Oktoberfest ha
sido un rotundo éxito porque te permite degustar un grandísimo cigarro,
ensalzándolo más aún con la cerveza con la que la acompañas. En mí caso ahora
mismo con una Einsiedler, riquísima, que descubrí hace apenas un par de meses
en una evento-cata que organizó también con gran creatividad la genial
estanquera de Bilbao, Maribel González. En aquella agradable tarde coincidí con
el responsable de la empresa importadora en España de está firma alemana, Luis
Olabarría. Fue un placer para mí conocer más detalles acerca de la elaboración
de este tipo de cervezas de boca de un gran conocedor como él. A mí me encantó
su cerveza. Y creo que a él le gustó mucho "mí" Quesada Oktoberfest
Kaiser. Gracias, Maribel, por haber hecho posible este simpático maridaje.
Todos juntos en la caja, decorada en el frontal con dos
jarras de cerveza para que quede bien patente, parecen, por su tonalidad
perfectamente uniforme, teclas negras de un piano de cola pero todas juntas, o
tabletas alargadas de chocolate, dado su forma cuadrada o casi diríamos
rectangular. En España son aún pocas marcas las que han llegado con esta forma
y el consumidor se está empezando a familiarizar ahora con ella. En EEUU ya
desde hace unos cuántos lustros se puso de moda este "box pressed",
aunque la mayor parte se ellos no están determinados por su empaque en la caja
como indica esta expresión en inglés, sino por el paso, una vez rolado el
cigarro por una prensa destinada a conferirle esta forma. Y hoy en día,
prácticamente todas las marcas premium de prestigio tienen algún
"cuadrado" entre su vitolario. Le confiere un aspecto elegante al
cigarro, propio de la nobleza. Y sujetarlo entre los dedos añade un complemento
de distinción. Además resulta cómodo. Y sujetarlo entre los dientes resulta más
fácil porque... como me dijo el gran estanquero Pepe Magallanes "las bocas
no son redondas, y las dentaduras menos".
Se nota que la capa es gruesa, con sustrato, lo que se
evidenciará en una combustión lenta y reposada, pero muy agradable al tacto y
especialmente aceitosa. La ceniza será gris casi plateada y con gran
resistencia a caer en manos de la teoría de la gravedad. Los tabacos que componen esta curiosa liga son: capa
dominicana semilla crillo del Valle del Cibao, capote dominicano y la
tripa contiene ligeros y visos de Olor Dominicano. Todos ellos tabacos viejos,
añejados un promedio de cinco años.
La fortaleza que deja sentir el humo del Kaiser -por
cierto, muy denso y carnoso- en nariz es media/alta, aunque en boca no pase de
media, pero muy untoso, con un sabor muy penetrante y persistente. El sabor
entre amargo y dulce del Quesada Oktoberfest compensa muy bien el amargor
propio de la cerveza y realza los toques dulzones que suelen ser comunes en las
cervezas alemanas. En el primer tercio más dulzón, con trazas de cuero. En el
segundo más amargo, con toques a madera, fruto del envejecimiento de las hojas
y algunas apariciones veladas de regaliz en algunas caladas. Y en el tercero
más especiado, con toques de pimienta negra.